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Los datos estadísticos sobre la situación de las mujeres y los hombres de nuestro país son una información fundamental para identificar si las desigualdades de género persisten y cuál es su magnitud, lo que permitirá determinar los ámbitos de actuación prioritarios para avanzar hacia la igualdad real.

El pasado 13 de febrero se publicaba la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) 2024, encuesta realizada anualmente por el Instituto Nacional de Estadística (INE) con el objetivo de obtener información sobre el nivel y condiciones de vida de la población. Con una muestra de unas 72.000 personas, los resultados para 2024 muestran ligeros avances con respecto a la edición anterior, si bien todavía con datos preocupantes.

Así, a través de sus resultados se conocía que todavía hay más de una cuarta parte de la población en riesgo de pobreza o exclusión social (25,8%), más de un tercio sin capacidad para afrontar gastos imprevistos (35,8%) ni ir de vacaciones al menos una semana al año (33,4%) y un 8,3% en situación de carencia material y social severa, con importantes desigualdades territoriales.

En todos los casos, además, los datos son peores para las mujeres, cuya tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, aunque en reducción, se mantiene, a lo largo de los años, por encima de los 2 puntos de diferencia en relación a la de los hombres.

En otros casos, la brecha está volviendo a ampliarse. Así, en 2024 la proporción de mujeres que no pueden permitirse al menos una semana de vacaciones ha vuelto a valores de 2022, mientras en el caso de los hombres la proporción sigue estando por debajo de dicho año y, en el período que va desde 2020 a 2024, solo por encima del dato de 2021.

En algunos casos, se evidencia una reducción paulatina de la brecha entre mujeres y hombres, por desgracia, debida a una mayor presencia de varones en esa situación, que a una mejora de la situación de las mujeres. Este es el caso de la brecha entre el porcentaje de hombres y el de mujeres que no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos, que ha bajado de manera continuada, con un leve repunte en 2022, desde 2020, con un aumento de los hombres en esta situación, mientras la proporción de mujeres ha vuelto al punto de partida.

Además, la brecha entre las rentas medias anuales de mujeres y hombres ha aumentado hasta llegar al 2,59% en 2023, el dato más alto de los últimos 5 recogidos.

Esto, a pesar de que, si se considera la evolución de los datos en los últimos años y una vez superada la crisis de la pandemia del COVID-19, se aprecia, a grandes rasgos, una mejora que se puede situar en el marco de un importante incremento de la renta media en los años 2021 y 2022, incremento que se ralentiza en el año 2023. De este modo, la renta media anual de los hombres tuvo un incremento del 6,7% en 2021, un 8,1% en 2022 y un 5,3% en 2023, mientras la de las mujeres aumentó un 5,4% en 2021, un 8,4%, en 2022, algo por encima de la de los varones en ese año y volviendo a ponerse por debajo en 2023, con un aumento del 5%.
A su vez, lo anterior hay que ponerlo en relación con el constante aumento en la tasa de empleo y la disminución en la tasa de paro, más marcada en el caso de las mujeres, que ha pasado de un 17,42% en 2020 a un 12,68% en 2024, frente al 13,87% de tasa de paro de los hombres en 2020 y el 10,16% en 2024 (INE, Encuesta de Población Activa -EPA).
Con todo, como se puede ver, la mejora en los datos de empleo y en la renta media ha ido aparejada a la persistencia de las brechas de género en ambos indicadores y, lo que es también muy relevante, a la de porcentajes importantes de población en situaciones precarias. Es necesario, entonces, continuar trabajando en esta senda, pero también incidir en cuestiones como la carestía de la vida y la recuperación o, al menos, el mantenimiento del poder adquisitivo de la población, teniendo en cuenta las desigualdades de género existentes con el objetivo de erradicar las brechas de género en nivel y condiciones de vida.

Por último, queremos hacer un apunte sobre las carencias en la desagregación por sexo de los datos referidos a personas en los resultados que se pueden consultar públicamente sobre esta encuesta: la variable sexo se incluye como una variable más, pero no de forma transversal, de manera que se debe elegir, por ejemplo, si conocer la renta de las personas por sexo o por nivel de formación alcanzado, nacionalidad, etc., perdiéndose información muy valiosa para el análisis de género y para la identificación de las desigualdades que atraviesan nuestra sociedad.

En el año en que se cumplen 30 años de la celebración de la Conferencia de Beijing, continúan presentándose datos referidos a personas sin desagregar por sexo, cuando, año tras año, al indagar en dichos datos, se comprueba sistemáticamente la situación desigual de mujeres y hombres con respecto a las variables consideradas. Es tiempo ya de asumir la desagregación de datos como un mínimo innegociable, aspirando además a incorporar indicadores de género y un análisis que pueda poner los datos en relación con las causas estructurales que subyacen a las desigualdades entre mujeres y hombres, de modo que sirvan para transformar la realidad implementando medidas que permitan erradicarlas.

¡Frente a percepciones, datos!.

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