Últimamente son muchas las noticias que leemos sobre los ataques que reciben mujeres y grupos de mujeres al grito de «feminazi». En unos casos, a mujeres que explícitamente declaran su activismo feminista, como es el caso de las blogueras, youtuberas o periodistas que publican en las redes, como se denunciaba en el reportaje y artículos: «El acoso machista al que te enfrentas si te atreves a hablar de feminismo en redes«; «Sobre nuestro último artículo y el ataque de ForoCoches«; artículo sobre los ataques que recibe Anita Sarkeesian por sus vídeos donde denuncia el machismo en los videojuego, o las pegatinas insultantes con las que se encuentra casi diariamente Fundación Mujeres en su sede. En otros… mujeres que simplemente hacen deporte, como el ataque al equipo de rugbi femenino de la Facultad de Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, o las que se dedican a las política, a las que se las interpela no por su gestión, sino por su físico o por no estar ejerciendo las actividades prescritas por la sociedad para su rol de género: ¿Les quieren recordar que están ocupando espacios que “no les pertenecen”?.
Haciéndonos eco del «ladran, luego cabalgamos«, que ya fuera motivo de una de nuestras consignas del 8 de marzo, en el 2010, podríamos interpretar una respuesta tan virulenta, por parte de las conciencias patriarcales, como que estamos, por fin, metiendo el dedo en la llaga, y que, como en el caso de las heridas, cuando escuece y pica, es que se está curando… pero también es verdad que estos ataques ponen de manifiesto la involución y la resistencia visible, abiertamente violenta y frontal que el machismo ha decidido ejercer contra los avances de las mujeres en nuestra sociedad.
Este es un tema que no debemos dejar pasar, pues la respuesta no debería ser individual o de cada grupo agredido o acosado, sino una respuesta colectiva de la sociedad civil, recordando a todo el mundo la complicidad que asume al permitir estas vejaciones, y principalmente al conjunto de los poderes públicos, en especial a la fiscalía, que debería actuar de oficio ante tales atropellos.
0 comentarios